Es el chisme del momento. Se ha venido divulgando desde la expectativa hasta el frenesí. Vivir la experiencia de la vida virtual potenciada al mil por uno, se promociona como el futuro de internet. Es un universo paralelo, un mundo alternativo que ofrece, más allá del entretenimiento, un espacio para manifestar una vida idealizada donde uno puede llegar a ser lo que prefiera.
Hace algunos años disfrutamos en familia la película Ready Player One, y no hubiera podido decir en ese momento que estábamos tan cerca de vivir la realidad virtual en su máxima expresión. En los tiempos del escritor Julio Verne se decía que sus libros eran una fábula imposible de cumplirse. Hoy, las novelas de ficción parecen ser entes adivinos de lo que está a punto de suceder.
Inició con los juegos de realidad virtual en tiempo real, pero hoy ya existen, eventos multitudinarios, plataformas de interacción social y hasta economías virtuales. El metaverso se convertirá seguramente en más que una alternativa de entretenimiento, será un espacio de mercado impulsado por el mundo empresarial, los sectores sociales, la educación, el arte y hasta la política.
Dentro de esta alternativa de interacción multisensorial que se va construyendo progresivamente en el ciberespacio, puedes llegar a ser quien quieras ser. Creas un avatar, le pones nombre, le das características de imagen y hasta de personalidad, y luego, interactúas. Conoces gente, juegas con otros, asistes a conciertos o espectáculos deportivos, compras lo que quieres y te vas formando un mundo a tu gusto. Hoy se me hace evidente que “Second Life” no fue solamente una plataforma virtual de interacción social, sino un oráculo que predijo lo que el mundo sería en unas pocas décadas. El epítome de la doble vida.
¿Quién es el dios de ese universo?
No me imagino al diablo intentando loguearse para iniciar sesión en el metaverso. No será así. Tampoco verás un mensaje que diga: Satanás y Dios han entrado al chat. Pero, la reflexión es más profunda que eso.
¿Cuál es la fuerza que rige este universo paralelo? ¿Qué filosofía hay detrás de su inventiva? ¿Qué es lo que alimenta en el corazón del ser humano?
No hay que pensarlo mucho. Si puedo olvidarme de quién soy, de mis errores, de mis fracasos, para crear un ser alternativo, un nuevo yo, alguien que sea más exitoso, más confiado, más libre para hacer lo que quiera, eso nace de la intención del hombre de llegar a ser Dios. Crearse a sí mismo.
La serpiente le ofreció a Eva la oportunidad de ser como Dios. Satanás ofreció a Jesús todos los reinos del mundo para gobernarlos. Hoy le sigue ofreciendo al ser humano la capacidad de no dejarse gobernar sino por el contrario: ser su propio Dios.
Debo decirlo. No estoy en contra de la tecnología, ni de la ciencia. Creo que nos ayuda en infinidad de formas. Pero, como siempre, me preocupa lo que hay detrás. El dios del metaverso, sin duda alguna, es querer ser Dios y su filosofía es el hedonismo, esa doctrina que considera el placer como fin de todas las cosas. Una corriente que asume el derecho a evitar el sufrimiento en todas sus formas para poder vivir una vida “plenamente feliz”, carente de problemas, de culpas, de riesgos.
Esta escuela de pensamiento fundada por Aristipo de Cirene cuatro siglos antes de Cristo, tenía como meta satisfacer los deseos personales de forma inmediata. A los cirenaicos se les suman los epicúreos que planteaban que la felicidad consiste en vivir continuamente un estado de placer. Justamente lo que busca el metaverso. Imagino que cuando Epicuro de Samos hablaba acerca de la adquisición del conocimiento a través de las experiencias sensoriales no tenía ni idea de lo que sucedería dos milenios después.
Epicuro, como buen empirista, sería de los primeros en entrar al metaverso solo por vivir la experiencia sensorial, y muchos probablemente haremos lo mismo. Y allí mismo seremos tentados a dejar de ser quienes somos para convertirnos en alguien más. Las posibilidades son infinitas.
¿Y las nuevas generaciones?
¡Mucho más! El metaverso te da la sensación de escapar de tu propia realidad, dispersar la culpa, hacerte cargo de la insatisfacción y la incertidumbre que provoca vivir en este mundo con la simple acción de la tecla suprimir. Y allí querrán estar los adolescentes y jóvenes. Muchos de ellos, sin capacidad de discernimiento, sin opciones, sin metas, sin claridad ni propósito.
Es que en el metaverso no necesitas cambiar, no necesitas trabajar tus áreas débiles, ni fortalecer tu carácter. Allí no se necesita madurar ni ser golpeado por la vida para ganar experiencia. No hay lágrimas ni muerte. No hay frustración ni desesperanza. Eso solo sucede en el mundo real. No allí. Por eso será un mundo deseado, buscado, anhelado. Allí no se vencen gigantes ni se forjan guerreros a pulso. Solamente inventas la ilusión de ser un gigante que puede vencerlo todo. Y te la crees.
En el metaverso, no se necesita perdonar ni pedir perdón, no hay espacio para lamentaciones y el amor será diferente, ni siquiera será una emoción, probablemente será reducido a una reacción expresada por un avatar a través de un guiño.
Es uno de esos efectos colaterales de avanzar tanto en la tecnología. Nos ayuda a vivir una vida más fácil, útil, cómoda y rápida. Pero no se dice mucho de lo que perdemos. Esta tecnología nos conecta al universo, pero al mismo tiempo nos desconecta de lo íntimo, de lo cercano, de lo importante. Nos hace visualizar la capacidad e inteligencia del ser humano, pero al mismo tiempo nos hace menos humanos. Nos deshumaniza. Tener una comunidad de Sims como estrategia de simulación social podría reemplazar a la comunidad genuina y hasta llegar a sustituir a la familia.
¿Debemos estar en contra del metaverso?
Para nada. Por el contrario, creo que debemos estar allí. Creo que será nuestro próximo campo de misión. Ya quiero ver iglesias con iniciativas virtuales que se sumerjan en acompañar a aquellas mentes que deambulan en el metaverso necesitadas de escuchar un mensaje de esperanza. Ya quiero ver seminarios teológicos actualizados impartiendo la materia “evangelismo en el metaverso”. Ya quiero ver iniciativas de apoyo para la depresión y la ansiedad dentro de las plataformas virtuales. Todo dependerá de quién decidas ser dentro del metaverso, uno más del montón o un líder influyente, un embajador del cielo para el mundo virtual. Un enviado.
Estoy seguro que la necesidad será grande y el pecado será abundante, pero, como ha sucedido desde el principio de los tiempos, donde abunda el pecado sobreabunda la gracia, y nuestro Dios estará allí, presente, porque para Él no hay fronteras, ni siquiera las virtuales.
David Noboa
Tiene un doctorado en teología del North Carolina College of Theology. Es pastor de la comunidad Nuevos Comienzos de Quito, Ecuador y es parte del equipo nacional de e625 de ese país.
Artículo publicado en: e625.com